Los hijos no deseados de Dios

Soy el hombre mono, que camina por la autopista abandonada. Soy el espacio natural que nos separa. Huecos, somos huecos por dentro y por fuera. Somos los hijos no deseados de Dios. Harían falta miles de nubes preñadas de lluvia, para limpiarnos. Puedes abrir la puerta y salir. Puedes dejar que tus mentiras se fosilicen en la roca de mi piel. Al fin y al cabo, somos los hijos no deseados de Dios. Nos odiaron por ser diferentes. Nos temieron, aquellos que no nos conocían, y es que la ignorancia cría al miedo, como la loba a sus cachorros. Se erigieron líderes, amos y señores, se autoproclamaron dueños de la verdad absoluta. Y nos juzgaron, nos condenaron y trataron de castigarnos. Ahora somos proscritos. Su miedo te enseñó a leer, mientras yo decidía si era el Doc. Jeckyll o Mr. Hide. Mis venas sólo son las ruinas del acueducto de la sangre. Arrancaron las piedras para levantar monumentos a un dios padre que no nos deseaba. Nos marcaron con el estigma, como se marcó a Cain.
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